En la infancia, desde la más tierna edad, nos intentan explicar las cosas para que las entendamos. Nuestros padres hacen esfuerzos para que aprendamos de los errores, entendamos lo que nos cuentan, adquiramos conocimientos… En el colegio aprendemos información y conocimientos, nos estimulan para desarrollar nuestro intelecto y usar nuestra parte más racional. Los problemas se resuelven con la cabeza, pensando analizando, encontrando soluciones racionales.
En ese tiempo, desarrollamos el pensamiento y la mente como guías de nuestra conducta y nuestra vida. Así que el resultado son personas que usan la cabeza para la toma de decisiones, y acumulan conocimientos. Y eso, explicado así, parece correcto. La Era del Saber es conocida y el paradigma de muchas personas.
A la vez, y en relación con el mismo paradigma, a los niños y niñas se les educa para hacer cosas. Hay que hacer los deberes, hacer extra-escolares, hay que aprender idiomas, tocar instrumentos de música… Demostrar habilidades en cuántas más disciplinas mejor. Y en la edad adulta, lo mismo, hay que trabajar mucho, implicarse en muchos proyectos, ser ambiciosos, tener un buen cargo, seguir aprendiendo idiomas, viajar, realizar muchas actividades, ser muy activos y activas siempre… Y en el caso de que no se puedan llevar a cabo tantas actividades, si es debido al trabajo, teniendo un buen sueldo, la valoración es incluso mejor.
Así, la Era del Saber está directamente relacionada con la Era del Hacer y la Era del Tener. Cuánto más sepas (estudios y formación en general), más trabajes (carrera profesional exitosa) y más ganes (sueldo como elemento de valor), mayor valoración social obtendrás.
Sin embargo, los humanos, no sólo somos mente. Los seres humanos somos más complejos. Las religiones hablan de cuerpo, mente y alma. Está la mente, elemento central en nuestras sociedades occidentales. El cuerpo empieza a tener su peso, dado que cada vez más las personas intentan cuidarse realizando actividad física y comiendo aquello que les puede sentar mejor. Incluso, se promueve el bienestar con el Yoga o la meditación, a caballo entre el cuidado de cuerpo y mente. Y la parte espiritual, el alma, existe para algunas personas, para otras no.
En lo que coinciden las diferentes perspectivas es que en que los seres humanos tenemos la capacidad de sentir, aunque esta capacidad es ignorada en la educación recibida.
Cómo ya hemos comentado en otras ocasiones, nadie nos enseña acerca de los sentimientos.
No se nos enseña en el colegio, dónde no se tienen en cuenta las emociones ni los sentimientos en una educación absolutamente reflexiva y racional.
A menudo en la familia, se tiende a pedir a los niños y las niñas que no lloren, que no se enfaden, que no estén tristes…
Tampoco se nos felicita por las cosas buenas. La obligación de hacer, de saber, de cumplir con lo establecido, hace que no aprendamos a valorar lo que tenemos ni alegrarnos de ello. Así que muchas personas tampoco saben tener alegría, compartirla ante las ganancias, los logros que consiguen.
No se validan dichas emociones, crecemos sintiendo que no hay que tener miedo o no hay que llorar, no aprendemos a alegrarnos de lo que nos pasa… Sin embargo son emociones todas ellas funcionales y necesarias (ya he escrito sobre ello anteriormente, para qué sirven alegría, tristeza, miedo y rabia).
Incluso en muchas familias no se habla de amor, el amor que sienten los unos por los otros, que generalmente es inevitable. Pero, aunque debería ser incondicional no lo es. El amor o la retirada del amor, se muestran según el comportamiento del pequeño o de la pequeña… Se le pide hacer cosas para sentirse querido/a, y él o ella, tan sólo busca eso, y hará lo que le pidan para conseguirlo…
En definitiva, no sólo no se explica qué son los sentimientos y las emociones, sino que a menudo son negados o son utilizados para la manipulación o el chantaje emocional.
Y nuestra razón no es suficiente, las relaciones con las demás personas generan sentimientos, emociones, que debemos aprender a gestionar…
En consecuencia, aprendemos a no entender lo que sentimos, a no compartirlo, incluso a asustarnos de ello. Aprendemos a no querer sentir miedo, ni enfado, ni tristeza, por no haber aprendido su significado… Aprendemos a hacer cosas para sentirnos queridos, incluso si no es lo que realmente deseamos… Aprendemos a no valorar las cosas buenas que nos pasan, sólo fijarnos en aquello que no es tan bueno o que no salió tan bien. Porque lo bueno, como los logros en el trabajo, las buenas notas, todo aquello que conseguimos con esfuerzo es obligación y no hay lugar para la celebración.
Incluso, como somos seres pensantes, creemos que somos nuestro pensamiento, nos identificamos con éste, dándole una importancia central en nuestra vida. Y nuestro pensamiento nos engaña, nos hace sentir mal respecto a cosas que no han sucedido, tenemos miedo porque anticipamos reacciones, nos enfadamos porque creemos saber lo que los demás piensan y sus intenciones… Nos provocamos sentimientos y emociones, que no son adaptativas, dado que no hay un estímulo externo que los genere, sino nuestro propio pensamiento, condicionado por el miedo a sentir que tenemos.
Para romper con todo eso, debemos cambiar de paradigma, podemos hablar de la Era del Ser.
El ser merece amor simplemente por ser, independientemente del hacer, del saber o del tener. El ser vale por si mismo, el ser siente y no sólo escucha su pensamiento. Recibe una educación dónde se refuerza la autoestima, se valora a la persona con sus virtudes y defectos. Se le da la oportunidad de aprender de los errores para mejorar. Se celebran las alegrías, compartiéndolas. Se legitiman las emociones, los sentimientos. Se reconforta para que la persona entienda que es normal sentir, y que deberá aprender a entenderse para respetarse y hacer todo lo que pueda para sentirse bien consigo misma.
El ser está conectado con lo que siente e intenta entender lo que le sucede desde una perspectiva más amplia. No todo es pensamiento. El sentimiento y la emoción deben ser escuchados y tenidos en cuenta en la toma de decisiones. Es información valiosa que estamos ignorando sistemáticamente dado que nos asusta, o no la entendemos, o hemos aprendido formas erróneas de interpretarla.
Desde esta perspectiva el sentimiento y la emoción no dan miedo, dan información, al igual que los conocimientos adquiridos. Por lo tanto, en la Era del Ser, tenemos en cuenta mucho más que lo que pensamos, sabemos… Sentimos y sabemos que eso es necesario, funcional y adaptativo.
La mayoría de personas adultas que conozco tienen miedo de sentir en mayor o menor medida. Y todas ellas tienen ideas preconcebidas acerca de sentimientos y emociones. Con un aprendizaje emocional adecuado, nos evitaremos muchas depresiones, ansiedad y dolor innecesarios. No debemos evitar el sentir, pero podemos evitar el sufrir.
A veces parece que “sentir” tiene como compañero inherente pensar, encontrar nombres, experiencias, incluso etiquetas a “eso” que siento…
Y si sentir tuviese autonomía y personalidad propia( esta última parte de la frase es por ponerle un término psicológico) es decir, sin categorías y nombres? Y si solo hacemos pausas y practicamos día a día con una conversación maravillosa, un sol que ilumina la cara del que está contigo, la cerveza que resbala por la garganta y te sabe a lo mejor del mundo…y te quedas ahí suspendida sintiendo que eres a través de los ojos del otro?
jajaja Me encanta! Sentir es todo eso y más. Sentir es la clave para ser y vivir. Sin eso, no disfrutamos del aquí y el ahora. Por muchas más cervezas y espejos en la conversación!