La tristeza, ¿para qué sirve?

Desde pequeñ@s, en muchas casas, se aprende a tenerle miedo a las emociones.
En especial a la tristeza, que tradicionalmente se ha considerado muy negativa y hay que evitarla. En la infancia, se nos decía: “no llores, no pasa nada, no estés triste…”
No se daba legitimidad a esa emoción ni a su expresión, y muchas personitas crecen escondiendo esos sentimientos. (En particular los hombres, dado el rol tradicional de género masculino, en el que la tristeza no tiene cabida:”los hombres no lloran”crossing-crossroad-businessman-fashion).

Pero, como hemos dicho en el post anterior, todas las emociones son necesarias.

¿Para qué necesitamos la tristeza?

Generalmente, la tristeza se asocia a la pérdida de algo o de alguien: un trabajo, una pareja, un ser querido…
Debemos elaborar las pérdidas, y para ello debemos poder expresar, en su justa medida, la tristeza que conllevan.
Después de llorar o de expresar sus sentimientos, una persona se siente mucho mejor, y se queda en estado de calma. Puede descansar y recuperar energía después de haber dejado salir la emoción.
Un estado conectado con la emoción nos permite estar en paz y tranquilidad con nosotros mismos. La tristeza quizá disminuya nuestras ganas de hacer cosas, y seamos más lentos en actuar, en reflexionar, pero nos permite hacer vida normal si la aceptamos y nos permitimos expresarla.

Cuando la tristeza no es aceptada, si se intenta disimular o si se enmascara con otra emoción, la persona deberá poner mucha energía para conseguir aceptarla, y eso es doloroso y muy cansado. Esta actitud defensiva hacia la emoción sólo le llevará a postergar el dolor, a sentirse mal y a no poder ser sincera consigo misma.
Si forzamos la alegría, si sacamos la ira o cualquier otra emoción, sentiremos malestar y tarde o temprano volverá la tristeza con más fuerza.

El no querer sentirse triste tiene que ver, como dijimos al principio, con nuestra cultura. Desde la infancia, se nos dice que no lloremos, no estemos tristes… Muchas personas no pueden ver a otra persona llorar e intentan animarla para que sonría; muchas veces simplemente hace falta acompañar a la tristeza, escucharla, darle espacio y legitimidad, ya que lo que se siente es necesario siempre: nos permite entender lo que nos pasa, nos permite elaborar los sentimientos adecuados y aprender de las experiencias.
En otras culturas la tristeza está mucho mejor aceptada. Por ejemplo, se celebran rituales para acompañar la tristeza vinculada al proceso de duelo en los entierros, y así ver la muerte como parte de la vida. El ritual es una despedida en este mundo y ayuda a la aceptación de lo sucedido.

Un ejemplo, que por desgracia todos/as hemos vivido o viviremos algún día, es el duelo por la muerte de un ser querido.
Cuando perdemos a alguien a quien queremos, el dolor es muy intenso. Necesitamos poder llorar para aceptar esa pérdida y darnos cuenta que no volveremos a ver a esa persona (al menos en esta vida y según las creencias de cada uno/a).
La tristeza nos sume en un estado de ánimo bajo, tenemos pocas ganas de actividad y a veces nos aislamos, no nos apetece ver a demasiada gente. Pero si no le adjudicamos pensamientos negativos, es absolutamente soportable; poco a poco, con apoyo, con cariño de los seres queridos y con paciencia.

Lo cierto es que si le damos espacio a la tristeza, ésta se va apaciguando poco a poco. En el proceso de duelo se va pasando por diferentes etapas, aunque sabemos que los ritmos son variables según las personas y su actitud hacia la aceptación. Y el dolor y la tristeza van disminuyendo a medida que se aceptan. Aceptar estar triste significa estar conectado/a con lo que se siente, sin juzgarlo, sin querer cambiarlo. Es decir, la aceptación conlleva habituarse a un estado de ánimo, que va mejorando con el tiempo.

En caso contrario, cuando una persona no conecta con lo que siente o intenta por todos los medios no sentir dolor y tristeza, puede convertirse en un sufrimiento horrible y cronificarse en forma de depresión.

La mala gestión de la emoción tristeza puede llevar a la enfermedad.
Por ello es importante que desde pequeños y pequeñas, nos enseñen a sentir sin juzgar. La tristeza no es mala, es necesaria para adaptarnos y aceptar las circunstancias vitales, y por lo tanto, para nuestra evolución en la vida.

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En la película de Píxar-Disney , Riley, la niña cuyas emociones son las protagonistas, vive una pérdida que la sumerge en embrollo emocional. Os la recomiendo fervientemente.


NOTA. Las fotos son de licencia Creative Commons. Fuente: Pexels.

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