Estamos nueve meses solos/as en el vientre de nuestra madre, sin comunicarnos apenas, creciendo, madurando para poder salir. Desde el momento de nuestro nacimiento, no volvemos a estar solos/as en mucho tiempo.
Nacemos desprovistos de una piel que nos cubra del frío, nuestra visión todavía no es nítida, no tenemos capacidad de comunicación oral… No sabemos cubrir nuestras necesidades básicas, y necesitamos de adultos/as que se hagan cargo de ellas, dándonos de comer, abrigándonos y cambiándonos cuando hemos defecado…
Desde que empezamos a poder interactuar y entender que los demás existen, empezamos a socializarnos, con la familia, otros/as niños/as… en casa, en el colegio, en el parque… Siempre estamos acompañados/as, siempre rodeados/as…
Los pocos momentos que puede ser que estemos solos/as, son los de dormir. En la habitación a oscuras, cerramos los ojos y hasta mañana… Y por la mañana ya están esas personas mayores para hacer el desayuno, ayudarnos a vestirnos y llevarnos al colegio. Los juegos individuales existen, pero la mayoría de tiempo estamos con adultos/as que nos supervisan.
En la adolescencia, estamos siempre rodeados/as de amigos/as… Puede ser que empecemos a poder tener tiempo para nosotros/as, en nuestra habitación si tenemos la suerte de no compartirla… Pero lo importante en esa época es tener un grupo de iguales que te acepte. Estar rodeada/o de amistades es muy importante. Y llegan las parejas, estar con alguien, compartir el tiempo libre con alguien que te enamora, que te gusta, con quien descubres el sexo, la pasión…
Y así sucesivamente, estudiamos, trabajamos, tenemos hobbies, pero la mayoría de nuestro tiempo es compartido con otras personas. Llegamos a la edad de joven adulto/a y seguimos sin saber qué es la soledad.
¿En qué momento aprendemos a estar solos/as?
En tu caso, ¿lo has aprendido? ¿Sabes estar contigo? ¿Disfrutas de ti y de tu tiempo?
Seguramente, si la respuesta es no, es porque no te has tomado el tiempo a acostumbrarte a estar sola/a contigo. La vida te ha llevado a buscar fuera el entretenimiento, a buscar en los demás la compañía, a no pasar demasiado tiempo solo/a. La soledad se asocia con un vacío, con la falta de compañía que se toma como una necesidad básica sin serlo…
Aprender a estar solo/a te permite establecer relaciones de pareja desde el amor y el equilibrio emocional, desde la libertad y la elección. No temes perder a la persona, ya que aceptas que estar con alguien es elegirlo y no se puede obligar a nadie a estar contigo si no quiere. O bien no te metes en relaciones que no quieres, que no te hacen feliz, únicamente para no estar solo/a.
La soledad es tan buena como la compañía.
Aprender a estar solo/a es una parte muy importante de la vida, para que los demás y lo que haces no sean una necesidad, sino una elección, una decisión consciente, una preferencia. Preferir cualquier cosa menos estar solo/a te convierte en alguien poco autónomo y te priva de disfrutar de ti mismo/a.
Si evitas a toda costa estar solo/a, algo falla. Y en el fondo lo sabes. Por eso debes descubrir ante todo de qué tienes miedo.
Y si no tienes miedo, entrénate a estar solo/a, contigo.