La exigencia, enfermedad del primer mundo

El otro día estaba con un cliente hablando del perfeccionismo y la exigencia que impone a su entorno para que éste sea infalible. El cliente me estaba explicando cómo le molestan aspectos de sus compañeros del centro de día dónde es atendido. Exigía educación, respeto por el otro… No se sentía nada respetado, sentía que todo el mundo le preguntaba acerca de su vida, y quería desaparecer… Sentía el juicio ajeno como una invasión y no le gustaba sentirse así…

Generalmente lo que exigimos a nuestro alrededor, son cosas que no tenemos resueltas en nosotr@s mism@s, que no nos gustan.

Se empezaba a dar cuenta que él mismo era muy exigente consigo mismo, y que eso no le beneficiaba de ninguna manera. Más bien se sentía agobiado y sobrepasado por su propia exigencia. Porque todos y todas fallamos, y necesitamos una perspectiva de comprensión hacia nosotr@s mism@s para sobrellevarlo de la mejor manera. Un abordaje del desempeño desde el aprendizaje a partir de la experiencia y no desde el reproche a lo que no hacemos bien.

Y mientras él estaba poniendo consciencia en ese aspecto, de repente, estalló en una carcajada… Y eso provocó mi risa también…

Se sentía ridículo hablando de exigencia, de reproches, de dificultades de convivencia, de problemas familiares, viviendo en un centro de personas sin hogar como vive. Lo argumentaba en relación a que hay millones de personas muriendo de hambre en otros continentes que seguro que no les preocupa nada de eso. Esas personas no comen cada día, no tienen un espacio bajo un techo dónde dormir y seguro que están más preocupadas en el día a día por su supervivencia y por conseguir satisfacer sus necesidades básicas.

Pero esta persona, no tiene hogar. Hace tiempo que vive en un centro para personas sin hogar.

Cierto, en el primer mundo tenemos “enfermedades” que no tienen cabida en los países del sur… Sin embargo hay estudios que dicen que el Cuarto mundo, es decir, las personas que viven sin recursos, que están en situación de exclusión social en el primer mundo, sufren mucho más y tienen más patologías asociadas que las personas sin recursos de los países del sur.

Una persona que es consciente que es afortunada, está aprovechando los recursos del “Estado de Bienestar” para salir de su situación difícil. Y se siente mal por sufrir por “tonterías”. Me dio una lección.

 


Fotos de PEXELS.

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