He trabajado durante muchos años, diría que desde 2002, en diferentes ONGs, asociaciones, fundaciones, cooperativas y demás entidades sin ánimo de lucro.
Siempre me han fascinado las iniciativas privadas para promover mejoras en la calidad de vida de las personas, mejorar las condiciones de vida en un barrio, defender los derechos de colectivos en riesgo de exclusión social… Son personas que se organizan para ayudar a otras personas…
Trabajar en el tercer sector conlleva percibir sueldos no muy elevados, dado que se prioriza la financiación de la intervención con las personas más necesitadas. Algunos valores que rigen dicha profesión, tienen que ver con la transparencia, la igualdad, la solidaridad, la coherencia… No tendría sentido promover sueldos astronómicos, contrapuestos con esa voluntad de cambiar las diferencias entre personas.
¿Cuál es el punto débil de algunas de esas organizaciones?
Se preocupan de las metodologías de intervención, el diseño técnico de proyectos, el bienestar de las personas atendidas, la captación de fondos para ampliar la intervención y llegar a más personas… Sin embargo, olvidan lo más importante para su subsistencia, cuidar de sí mismas. Eso quiere decir, cuidar de las personas que deben hacer todo ese trabajo duro y desgastador, los trabajadores/as. Es un error humano, que muchas personas cometen también, pensar en la familia, l@s amig@s, la pareja, l@s hij@s, y olvidarse de sí mism@s.
En este caso, la ONG no piensa tanto en su equipo. Son educadores/as sociales, pedagog@s, psicólog@s, psicopedagog@s…, con una vocación profesional regida a menudo por sus valores, que luchan por mejorar la situación de cada una de las personas que atienden, y necesitan un apoyo adecuado para hacerlo. Es sabido el desgaste y cansancio que supone atender a personas que sufren.
Hay varios factores que influyen. Por un lado, tenemos que los proyectos cuentan con presupuestos limitados, que son difíciles de conseguir y sostener. Eso hace que las contrataciones sean inseguras y que exista una cierta precariedad en las condiciones laborales de muchos trabajadores/as del tercer sector. Por otro lado, al preocuparse tanto por las personas en situación de exclusión social, algunas ONGs olvidan que las personas que deben hacer ese trabajo, también necesitan ser cuidadas. Y sí, ese es un error de algunas organizaciones, no cuidarlas, no mejorar sus condiciones para que puedan desarrollarse profesionalmente.
La rotación de personal, las bajas por ansiedad, la baja motivación por falta de recursos, las dificultades de intervención en familias y personas con situaciones difíciles… Todas son muy habituales para los equipos de las ONGs que las viven…
El equipo técnico que atiende a las personas más vulnerables, necesita estar fuerte, estable, tener apoyo y supervisión de casos para poder gestionar las emociones que les suscita estar constantemente en contacto con el sufrimiento ajeno.
Además, el equipo es el recurso más estratégico para la ONG, el que permite llevar a cabo la misión y visión, la que transmite los valores con el contacto directo con el entorno, otras entidades, administración pública, otros profesionales y demás personas implicadas.
¿Cómo se pueden prevenir los riesgos laborales implícitos en los equipos del tercer sector? ¿Cómo puede cuidar la ONG de sí misma?
Algunas entidades sin ánimo de lucro ponen en práctica políticas de recursos humanos, formalizan la gestión de personas, con una evaluación por competencias. Con criterios basados en el desempeño de los y las profesionales, l@s trabajadores/as, se sienten apoyad@s, y no creen que su evaluación es arbitraria.
Recursos como la formación continuada, la supervisión de casos, las tutorías de seguimiento y evaluación del desempeño de los y las profesionales, mejoran mucho el estado de los equipos y pueden contribuir a la prevención del burnout. En general, los espacios para compartir y recibir apoyo son muy necesarios.
A la vez, en el diseño de los proyectos, algunas entidades prevén esas necesidades y no llevan a nadie al límite. Prever el número suficiente de recursos, acotar las ratios a la capacidad real de las personas, y tener en cuenta los imprevistos para poder introducir mecanismos de corrección, son otras maneras que la entidad tiene para mostrar preocupación y cuidarse a sí misma.
Para alinear a los equipos con la visión estratégica, deben tener muy bien integrada la misión, valores, y sentirse parte importante del funcionamiento e incluso de algunas decisiones de la entidad.
Para ello, el equipo directivo lo transmite a los mandos intermedios y coordinadores/as, para que ést@s sean capaces de dar el apoyo suficiente a los equipos que dependen directamente de ell@s.
Finalmente, la participación es clave para que todo el equipo se sienta parte de la gran familia que forman. Introducir mecanismos participativos para conocer las dificultades y potencialidades en el día a día, permite al equipo directivo integrar ese conocimiento en el centro de la toma de decisiones. Los patronatos o juntas directivas, pueden conocer de esta manera, de primera mano, la realidad y el día a día de los/as trabajadores que con su actividad diaria impulsan la misión de la entidad.
Para poder cuidar de los demás, hay que cuidar de un@ mism@ primero.
Y está directamente ligado con el post que escribía hace unas semanas.