Parece que la vida se divide en dos ámbitos, el presencial y el virtual.
La vida presencial sigue siendo la de toda la vida, aquélla en la que se interactúa con otras personas y se vive, saliendo de casa, estudiando, trabajando, realizando actividades de ocio, deporte, diversión, dónde se sienten emociones y dónde las relaciones afectivas tienen lugar, se posee un capital social compuesto por familiares, conocidos/as, amistades, compañeros/as de trabajo…
La vida virtual pasa en esos espacios online, en las redes sociales, en los chats, en los blogs, en las webs con la participación de las personas desde su identidad virtual. Puede ser una vida rica, que ocupe muchas horas, y se puede tener relación con mucha gente de todo el mundo estando en casa en solitario. Se denomina amistades a personas que no se conocen personalmente más allá de su identidad virtual. Se cree conocer a las personas que en realidad no se conocen.
Hace ya años que para ligar, hay que hacerlo online. Es la forma en la que los millenials han aprendido a ligar, y en las webs y apps de citas hay un gran número de personas de 20 y pico años. A muchas personas mayores de esa edad, de otras generaciones, les parece que ésa no debería ser la forma. La pareja de una amiga de 40 y tantos me dijo que ligar online es de «loser». Pero la realidad es que hay un gran número de usuarios y usuarias de todas las edades en las redes con esa finalidad.
En la vida presencial ya no se liga tanto. El espacio dónde se liga más sigue siendo el trabajo, cuando se sale de fiesta ya no se va a ligar, se queda con los amigos y amigas para pasarlo bien. Para ligar, la vida virtual es más eficiente. Un espacio dónde todo y toda inscrita va a lo que va. Muchas personas tienen separados los ámbitos, cuando salen a bailar y disfrutar con los y las amigos/as de cuando van a ligar y quedan en alguna cita a través de las Apps.
Antes podías conocer a alguien en cualquier lugar, ya que no había un espacio destinado a ello, estudiando en la biblioteca, en el gimnasio, en el trabajo, en un bar, en un tren, en cualquier actividad…
Ahora parece que eso se hace mucho más difícil, ya que por internet, por escrito en un chat es más fácil, se rompe el hielo rápidamente, se puede ir al grano y si uno/a no responde o no es divertido/a hay muchas más personas con quien intentarlo.
Antes ligabas, dabas el teléfono de tu casa escrito en un papel, y tenías que pasar la vergüenza de que te llamaran a casa, o llamar tú a una casa, podían escuchar tu conversación y si la persona no estaba en casa, tenía que devolverte la llamada… Pero no estabas constantemente conectado/a. Las esperas eran divertidas y también se pasaban nervios, pero era más fácil distraerse y no tenías manera de saber dónde estaba la otra persona si ella no te lo contaba.
Ahora, puedes whatsappear y chatear mucho antes de ver a la persona, sin control por parte de la familia, nadie que pueda escuchar o leer la conversación… Sin embargo se puede controlar a través de sus redes sociales, lo que hace y lo que deja de hacer, obteniendo mucha información y dando lugar a paranoias y enfados.
Antes romper se podía hacer desapareciendo, pero como no había elementos de control era más fácil tener la conversación y luego no llamarse y no saber el uno del otro. Desaparecer parecería más fácil, pero en esa época ibas a buscar a la persona a su casa, y eras capaz de hacerlo porque así se hacían las cosas. Así que en muchos casos se tenía una conversación de ruptura.
Ahora al desaparecer se le llama ghosting. Y puedes bloquear a la persona en todas las redes sociales para que no sepa de ti y tú no saber de ella. Dejas de contestar los mensajes y si te he visto no me acuerdo.
Parece que podamos volver a la vida virtual como si lo presencial no hubiera existido, hasta encontrar la próxima persona.